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Cadáver exquisito.


Autora: Agustina Bazterrica nació en Buenos Aires en 1974. Es licenciada en Artes (UBA). Ganó el Primer Premio Muncipal de la Ciudad de Buenos Aires «Cuento Inédito 2004/2005» y el Primer Premio en el XXXVIII Concurso Latinoamericano de Cuento «Edmundo Valadés» (Puebla, México, 2009), entre otros.

En 2013 publicó la novela Matar a la niña (Texto Intrusos), y en 2016, el libro de cuentos Antes del encuentro feroz (Alción Editora).

Es gestora y curadora cultural, junto con Pamela Terlizzi Prina, del Ciclo de Arte «Siga al Conejo Blanco» (www.sigaalconejoblanco.com).

Coordina talleres de lectura con Agustina Caride.


 

Sinopsis: La súbita aparición de un virus letal que ataca a los animales modifica de manera irreversible el mundo: desde las fieras hasta las mascotas deben ser sistemáticamente sacrificadas, y su carne ya no puede ser consumida. Los gobiernos enfrentan la situación con una decisión drástica: legalizando la cría, reproducción, matanza y procesamiento de carne humana. El canibalismo es ley y la sociedad ha quedado dividida en dos grupos: los que comen y los que son comidos.


Marcos Tejo, encargado general del frigorífico Krieg, separado de su esposa y a cargo de su padre, es un oscuro burócrata. El día en que recibe como regalo a una mujer criada para el consumo, las tentaciones lo transforman en una conciencia peligrosa de liegues truculentos que lo llevará a transgredir las nuevas normas hasta límites que la sociedad desconoce.


¿Qué resto de la humanidad cabe cuando los muertos son cremados para evitar su consumo? ¿Quién es el otro si, de verdad, somos lo que comemos? En esta despiadada distopía —tan brutal como sutil, tan alegórica como realista—, Agustina Bazterrica inspira, con el poder explosivo de la ficción, sensaciones y debates de suma actualidad.


 

Reseña: Todo esto empezó siendo un puro disfrute de parte de mi morbo, el descubrir cómo sería el relato de un mundo distópico en el que los humanos comemos carne. Y como fanática de lo explícito y el gore me encontré en el medio de este relato sintiéndome muy a gusto y complacida. Las descripciones, los sucesos y las narraciones estuvieron a punto, no hubo demasiado de lo innecesario, al contrario de las escenas donde el estómago llega a revolverse y a tener que pausar por un momento la lectura antes de continuar. Incluso me encantó poder ver los nuevos juegos y ventajas que toman los más morbosos cuando la vida se rige por nuevas reglas.


Describe a la perfección el mundo de la comercialización de carne, los procesos atroces a los que hacemos oídos sordos. Juega con ese pase de indignación, con el ponerse a uno en el lugar del otro, en este caso, con poner a los humanos en el lugar de los animales y deshumanizarlos completamente. A cuestionarnos cómo distinguir entre quiénes sí se pueden comer y quiénes no y por qué.


Seguimos la historia desde los ojos de Marcos, quien no termina por aceptar la transición al nuevo mundo y, dentro de sus propios aspectos y reglas, es un “rebelde” en esta nueva sociedad. Continúa su trabajo en el matadero porque necesita la plata, teniendo que vivir día a día situaciones que no son de su agrado hasta que uno de sus clientes le envía una cabeza viva para consumo. Él pasa varios días sin saber qué hacer con ella, sin poder dejar de observarla como un pobre animal sin remedio, hasta que la fantasía se instala en su cabeza, dándole la oportunidad de “un nuevo inicio”.


Si bien entre esas 250 páginas está la descripción exacta de la vida normal con el efecto que corresponde al impacto de leer la realidad aplicada en humanos, en procesos y descripciones que no dudan a la hora de obligarte a empatizar, el último párrafo es el más crudo y real de todos, donde concluye sin vueltas y sin anestesia el golpe más duro. Muchos se encontrarán con un vacío, bronca y un desperdicio de tiempo sin sentido, pero es ahí, amigos míos, donde encuentro el punto cúlmine de este relato. El protagonista está ahí para mostrarnos el mundo, el cambio no pretendía surgir en esas 250 páginas sino en la vida real. La tortura, la rabia, el sufrimiento, la ira... Están ahí porque el protagonista es igual a ellos. La pregunta radica en: ¿Queremos serlo nosotros también?

—O.



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